Despedida a Duero - Un adiós lírico al río que cruza Zamora, simbolizando el inicio del viaje.
- Garbi De Vries

- 17 jul 2024
- 2 Min. de lectura
🌊 Hoy nos despedimos del Duero, ese río que abraza Zamora con sus aguas de historia y susurros. En cada despedida hay una promesa, un eco que nos llama a seguir adelante. Acompáñame a orillas del Duero para decir adiós, no solo a un río, sino a una etapa, mientras nos preparamos para la siguiente aventura. 🍂
Adiós, Duero, en tus aguas dejo
mi niñez, entre juegos y sueños.
Con tus olas me despido,
en el reflejo de un tiempo ido.
Tus orillas, testigos de mi andar,
guardan secretos, promesas al azar.
Te dejo, pero me llevo tu cantar,
en cada paso, tu esencia va a guiar.
Tu curso, como la vida, va y viene,
mas en mi alma, Duero, siempre permaneces.
Reflexión: "🌅 Al despedirnos del Duero, recordamos que cada adiós lleva en sí una lección: el valor de los recuerdos y la promesa de futuros encuentros. Este río, con sus aguas que fluyen sin cesar, nos enseña que, aunque dejemos lugares atrás, ellos nunca nos dejan. Siguen fluyendo en nosotros, guiándonos en cada nuevo comienzo. ¿Qué recuerdos guían tu camino? 💫"
El Eco del Duero
En la tranquila luz del amanecer, cuando el mundo todavía parece estar despertando de su sueño, nos encontramos a orillas del Duero, ese venerable testigo de la historia y la vida de Zamora. Aquí, el río fluye suavemente, llevando consigo los reflejos del viejo mundo y las promesas del nuevo. En este momento, en este lugar, las aguas del Duero son como un espejo del alma, reflejando la eterna danza entre la partida y el regreso.
Nos despedimos hoy del Duero, no solo como un río, sino como un capítulo de nuestras vidas que ahora dejamos atrás. Al hacerlo, nos despedimos también de una versión de nosotros mismos que, como las aguas del río, nunca será la misma dos veces. Pero en cada despedida, hay una promesa, un susurro de continuidad que nos asegura que aunque los lugares puedan quedar atrás, su esencia sigue fluyendo en nosotros, guiándonos hacia nuevos horizontes.
"Adiós, Duero", le decimos, y nuestras palabras flotan un momento en el aire frío del amanecer antes de hundirse suavemente en el fluir del río. "En tus aguas dejo mi niñez, entre juegos y sueños." Con cada onda que se forma, se refleja un tiempo que fue, iluminado ahora por la promesa del amanecer. Las orillas del Duero, testigos silenciosos de nuestro crecimiento, nos recuerdan que cada final acarrea el inicio de una nueva aventura.
Al decir adiós, recordamos que no solo dejamos algo atrás, sino que también llevamos algo con nosotros: la melodía del agua, la memoria del lugar. El Duero, con su curso que va y viene, nos enseña que la vida fluye en un ciclo eterno de encuentros y despedidas, y que incluso en el adiós, hay una belleza melancólica y una oportunidad de renacimiento.
A medida que el sol asciende, iluminando las antiguas murallas de la ciudad y pintando de oro las aguas del río, reflexionamos sobre los recuerdos que guían nuestro camino. Como el Duero, cada uno de nosotros es un río de historias, fluyendo hacia el mar de lo desconocido, pero alimentado siempre por las fuentes de nuestro pasado.





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