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Misogi: explorando los límites de nuestro potencial

  • charros1976
  • 18 abr 2024
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 19 abr 2024


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En el maravilloso libro del periodista y profesor Michael Easter “La trampa del confort” (Ed.Península), en uno de los capítulos más cautivadores nos explica el origen de una práctica “tsunami” para poner patas arriba nuestra vida y conocer mejor nuestro potencial y limitaciones (que a menudo está mucho más allá de lo que pensamos con nuestra mente "comodona"). Así que aquí os dejo un resumen del origen de esta práctica y de la revisión “moderna” que ha hecho  Marcus Elliot, un médico-biomecánico de Harvard, para impulsar el rendimiento de algunos deportistas y profesionales de élite y reducir las lesiones deportivas basándose en datos científicos.

 

Origen del Misogi


El Kojiki es un texto japonés encargado por la emperatriz Genmei en el año 711. Es el libro más antiguo que se conserva en Japón e incluye mitos, leyendas y relatos históricos del archipiélago nipón, como la creación del cielo y la Tierra y el origen de los dioses y héroes sintoístas. El cuento más épico del Kojiki dio origen al misogi. 

 

Izanagi era un dios sintoísta casado con la diosa de la creación y la muerte. Todo fue como la seda entre ambos hasta que la esposa de Izanagi murió dando a luz y descendió a la Tierra de los Muertos, el inframundo al que van todos los dioses sintoístas fallecidos.

 

El dios entró en depresión. Empezó a llorar y a dormir demasiado, hasta que decidió que no podía seguir viviendo de esa formar. Entonces agarró el toro por los cuernos y se adentró en la Tierra de los Muertos para traer a su esposa de vuelta. 

 

Izanagi entró en una caverna que llevaba al inframundo. A medida que se iba sumergiendo, el panorama era más desolador e infernal. Había demonios, zombis y figuras grotescas que querían apresarlo y retenerlo allí para toda la eternidad.

 

Pese a tener todo el averno en contra, Izanagi perseveró y encontró a su mujer. Pero para su desolación, vio que había sucumbido a los peligros del infierno. Estaba parcialmente descompuesta y tenía un aspecto demoníaco. Entonces supo que, si no salía por piernas, sería el siguiente en caer presa de la corrupción del inframundo. 

Así que Izanagi emprendió una carrera fantástica para escapar de las cavernas del infierno. Los demonios y monstruos trataban de asirle y arrastrarle al abismo. Todo parecía perdido. Estuvo a punto de rendirse, pero hizo de tripas corazón y continuó esforzándose hasta que salió disparado por la entrada de la caverna. 

 

Una vez fuera, Izanagi se lanzó a un río gélido que tenía cerca para purificarse de las bajezas del infierno. La experiencia lo catapultó hasta el estado de sumikiri, la clarividencia mental y corporal, y le liberó de todas sus impurezas, flaquezas y limitaciones. Lo hizo más fuerte de mente, cuerpo y espíritu. 

 

El estado de sumikiri que permite el misogi es lo que llevaba a los antiguos discípulos de aikido a sumergirse en depósitos naturales de agua fría. Las cascadas, los torrentes o el océano les lavaban las deshonras y los volvía a conectar con el universo.

 

Más recientemente, la idea del misogi se ha vinculado a otros desafíos épicos en plena naturaleza para purificar las deshonras del mundo moderno. 

 

Los misogis contemporáneos reinician la mente, el cuerpo y el espíritu por la fuerza. Ayudan a la gente a superar sus límites y aportan la capacidad y concentración que también buscaban los japoneses que practicaban aikido. 

 

El doctor Marcus Elliott se dedica a ayudar a jugadores de la NBA a mejorar su rendimiento estudiando la biomecánica de sus movimientos, pero también está interesado en los misogi: 

 

“Nuestra especie evolucionó durante cientos de miles de años. Para sobrevivir, siempre fue esencial hacer cosas desagradables. Superar retos. Y lo hicimos sin redes de seguridad. Esos retos podían ser cazar, encontrar recursos para la tribu, migrar del territorio de verano al invierno, etc., etc. Cada vez que afrontamos uno de esos retos, aprendíamos cual era nuestro potencial. 

Pero de repente en la sociedad se puede sobrevivir sin desafíos. Tienes comida para parar un tren, una casa confortable, un buen trabajo al que ir y personas que te quieren. Y parece que es una vida correcta, ¿Verdad? pero vamos a suponer que tu potencial es este gran círculo, dijo trazando un círculo imaginario con el brazo para englobar todo alrededor lo que le flanqueaba. Entonces se puso las manos en el pecho y dibujo un círculo del tamaño de un plato justo en medio del círculo grande. “la mayoría vivimos en este pequeño espacio. No tenemos ni idea de lo que hay en las lindes de nuestro potencial. Y como no tenemos ni idea de lo que hay más allá…ostras, nos perdemos algo vital”. 

Creo que las personas tienen una maquinaria evolutiva innata que se activa cuando salen y hacen cosas que les cuesta un esfuerzo brutal. Cuando exploran los límites de su zona de confort. 

He aquí el misogi, una circunnavegación por los límites del potencial humano”. 

Elliot ha estado afrontando cada año uno de esos épicos y curiosísimos desafíos.

 

En el misogi utilizamos adrede el salir a hacer una tarea ardua que imita los desafíos que los humanos solíamos afrontar en todo momento. Esos desafíos que el entorno nos planteaba de forma natural. y de los que hoy estamos tan desconectados. Y cuando volvemos al Salvaje Oeste de nuestra vida diaria somos mejores. Tenemos los recursos adecuados para el trabajo. Esa práctica ha disparado su salud y su potencial físico, mental y espiritual. 

 

Elliot cuenta un misogi que hizo con un escultor Nelson Parrish y un jugador de la NBA, Kyle Korver. “Un año llevamos una roca de 40 kilos por debajo del agua durante 5 kilómetros. Lo hicieron en la costa en la zona de Santa Barbara. Una persona se sumergía 2 o tres metros recogía la roca y se la ponía entre los brazos para andar por el lecho marino tanto como podía, unos 10 o 20 metros. Luego otra persona se zambullía y hacía lo mismo. E iban turnándose así hasta que la roca llegaba al punto B., al cabo d 5 horas.

 

En los años setenta Mihály Csíkszentmihályi descubrió un rasgo fascinante de los artistas. Eran capaces de estar completamente presentes y absortos en su trabajo. Es estas circunstancias, lo que hacían y lo que pensaban se entremezclaba. Los pensamientos fugaces, las sensaciones corporales como el dolor o el hambre e incluso su sentido del yo se desvanecían era una especie de prolongación zen del arte ...de hacer arte. 

 

Csíkszentmihályi se puso a estudiar este estado, que acabó denominando el “estado de flujo”. Para entrar en flujo hay que cumplir dos condiciones: la tarea entre manos debe exceder los propios límites y debe tener un objetivo claro. 

Ahora, Csíkszentmihályi y los demás investigadores creen que el estado de flujo es un eje fundamental de la felicidad y el crecimiento.  El flujo tiene el potencial para hacer que la vida sea más rica, intensa y significativa, es positivo porque afianza los puntos fuertes y la complejidad del ser. 

 

Con los misogis, descubres que tiene un potencial latente que desconocías y que puedes ir más lejos de lo que jamás habías imaginado. Cuando te colocas en un contexto exigente en el que tiene bastante números de fracasar, pierdes muchos miedos y la rueda empieza a girar.

 

En nuestro modelo de misogi solo hay dos reglas: la primera es que tiene que ser duro de narices. Y la segunda es que no debes morir. “Por lo general nos regimos por la idea de que debes tener un 50% de probabilidades de conseguirlo si lo haces bien.  Es decir, si decidieras correr un maratón por la montaña y te entrenaras para llegar a hacer 30 kilómetros y estuvieras acostumbrado a hacer unos 40 kilómetros a la semana…eso no sería un misogi. 

Sería improbable que no lo lograras.  Pero si nunca corres más de 15 km y piensas que seguramente podrías correr 25, pero tienes muchas dudas de poder llegar a 30 …entonces es probable que correr un maratón sea un misogi. 

 

A lo largo de la historia han aparecido muchas variaciones del misogi por todo el mundo. Las mitologías griega, mesopotámica, budista, nórdica, cristiana, hindú y egipcia esconden una versión de lo que Joseph Campbell llamó “el viaje del héroe” 

 

El héroe sale de la comodidad de su hogar para emprender una aventura. Encuentra un reto que pone a prueba su fortaleza física, psicológica y espiritual. Sufre, pero prevalece y regresa con más conocimiento, destreza, confianza y experiencia, viendo más claro su lugar en el mundo.

Este mito es comparable a las experiencias de las distintas culturas (aborígenes en Australia, Masai, etc) que describió en 1909, el antropólogo Van Gennep, un texto fundamental sobre esas costumbres, que tituló “Los ritos de paso”. Él fue el que acuño el término.

Van Gennep descubrió que hay tres elementos clave en todos esos procesos, tanto si hablamos de adentrarnos en el desierto australiano, como cazar un león en Kenia, de alucinar en colores en la meseta del Columbia. La primera es la separación la persona sale de la sociedad en la que vive y se aventura en la naturaleza. La segunda es la transición. La persona llega a un terreno neutral que le plantea un desafío en el que tiene que echar un pulso con la naturaleza y con s u mente, que le pide rendirse. La tercera es la incorporación. La persona completa el desafío y recupera su vida normal siendo una persona mejor. Es una exploración y ampliación de las fronteras de la zona de confort.

 Asi que si queréis sumergiros en esta experiencia de "renovación", solo tenéis que diseñar vuestro Misogi, y ver los resultados, ¡seguro que os sorprenderán!

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